Por: Edgardo Moreno P
“ ¿Aquí no lloró la Virgen?
Entre el performance y la devoción
Las tradiciones y costumbres van cambiando, se transforman y adoptan nuevos elementos al paso de los tiempos. Es el caso del viernes previo a la «Semana Santa». Antes de la pandemia ya eran pocas las familias queretanas que elaboraban sus altares dedicados a la Virgen de los Dolores. En la primavera del Bajío oriental con su clima seco-templado, los altares dedicados a la Virgen de los Dolores, representan verdaderos oasis. Los aromas, colores, fragancias de flores diversas atrapan nuestros sentidos más allá de las creencias religiosas, cosmovisiones e ideologías. La estética del conjunto, el lenguaje de los signos, el arte de esculturas o lienzos, nos pone en contacto con una forma particular de reinterpretar las tradiciones. En nuestros días los altares domésticos, dedicados a la Dolorosa son cada vez menos y con pocos elementos de los que tenían en el pasado. Por otra parte, no obstante que vivimos en un Estado laico, diversas instituciones públicas colocan altares a la Madre de Dios en su advocación de Nuestra Señora de los Dolores. Con el fin de “preservar, fomentar, divulgar las tradiciones y costumbres…”
¡Aquellos tiempos!
Sin pretensiones de decir «todo tiempo pasado fue mejor». Muy lejos de esa expresión o afirmación. En la ciudad de Querétaro se veían altares, colocados por gremios de trabajadores o comerciantes. Los más en casas particulares. Las “pureras” de la Real Fábrica de Tabacos hace más de dos siglos colocaban, en la fuente de la plaza de San Fernando (que estaba en lo que hoy es la Av. E. Montes y la Av. del 57) cada viernes de Dolores agua fresca de horchata, jamaica o sangría que repartían a los transeúntes. (Frías, 1989, p.167).
En la Plaza de Armas, al oriente, se encuentra el Portal de Dolores, que data de los tiempos virreinales. En ese sitio permanecía una estampa de la Dolorosa; venerada en los actos penitenciales que subían al cerro del Sangremal durante el Viacrucis. El último viernes de la Cuaresma se colocaba un altar para devoción pública. Eventualmente frente a la imagen se instalaba un efímero púlpito, desde el cual los predicadores ejercitaban sus dotes oratorias y retóricas con encendidos sermones, para después realizar actos de contrición comunitaria.
AQUA LACRIMOSA
Durante la segunda mitad del XIX, debido a las Leyes de Reforma y al cambio de mentalidades fueron mutando algunas manifestaciones religiosas. Pero se conservaron otras en casas y templos. Una vez que el sol comenzaba a declinar, los queretanos salían a visitar los altares que se encontraban dispuestos en pasillos y corredores de las casas o en las salas cuidando de tener las ventanas abiertas. Había desde muy modestos hasta los suntuosos con imágenes de bulto de tamaño natural. En los barrios era otro el sabor, con sus particularidades del paisaje cerril, donde la visita de los vecinos se convertía en pequeñas tertulias y no faltaba la música de cuerda. Hasta los que creaban un ambiente de claroscuros, y la recepción se hacía vistiendo de luto, mientras un piano tocaba algún miserere.
Se repartía agua de horchata, chía y jamaica. En algunos se colocaban macetas con helechos, ladrillos, comales o figuras de barro que habían sido embadurnadas semanas atrás con semillas de lenteja, linaza o chía. Igual previsión para las pequeñas macetillas donde germinaba el trigo en la oscuridad. Los altares eran dispuestos en forma escalonada, algunos tenían tapetes de flores y hojas al frente. En la parte más alta correspondía a la imagen de la virgen de Los Dolores, con el corazón herido por una espada, o los siete puñales característicos.
El manto era negro y su vestido morado. Otros elementos eran grandes esferas de colores, banderitas de plata o de oro volador, encajadas en agrias naranjas, La iluminación consistía en candiles, cazuelas y farolas de esperma, estearina, aceite o de cebo. Cuyos resplandores producían efectos de “ascuas de oro”. (García Cubas.1978, pp.421-424). Las flores eran variadas: rosas, azucenas, alcatraces, espuelas de caballero, amapolas, claveles, tréboles, nubes, flores de chícharo y jazmines. Hacia mediados del siglo XX, los altares tenían “peñas” de papel con grandes y redondas nubes pintadas de cartón” (Vega y Monroy.1973, p.42-43).
Estaban dispuestos mofletudos ángeles entre las banderitas y naranjas. A los flancos helechos y geranios en macetones de barro, le proporcionaba frescura y color. Grandes jarros o vitroleros contenían agua de limón con chía, la cual era repartida, previa contraseña: –¿Aquí no lloró la Virgen? –
¿Cómo surgió?
Los orígenes son inciertos como sucede en muchas tradiciones. Existen diversas versiones de la devoción a la Virgen de los Dolores. Cuyas advocaciones son: de Nuestra Señora de las Angustias, la Virgen de la Esperanza, Nuestra Señora de la Soledad, o de la Piedad. Algunas fuentes dicen que data del siglo XIII impulsada por los servitas y los pasionistas. (OSM.1992, p.123).
En otra parte se dice que: la tradición se remonta a los místicos del siglo XIII, especialmente al libro de San Brígido de Suecia, quien describe al grupo doloroso en el que “….una madre amantísima abraza el cuerpo de su hijo muerto, llorando afligida sobre su rostro…con tanto dolor que su propio cuerpo parece vertiese en lágrimas”. (Monterrosa. 1979, p.55). Otra versión asegura que: fue a partir de 1413 –durante el Sínodo de Obispos que se celebró en la ciudad germánica de Colonia- cuando éstos decidieron dedicar el sexto viernes de la Cuaresma a la celebración de los dolores de María.
El Papa Pío VII lo extendió a toda la Iglesia en 1814 y Pío X (1912), la fijó el 15 de septiembre fecha cercana a la celebración de la cruz de Jesús. Así pues estaban dedicadas al recuerdo de los siete dolores: el sexto viernes de Cuaresma o viernes de Dolores y el 15 de septiembre. En 1960 el Viernes de Dolores quedó reducido a una conmemoración sin misa propia.
El Papa Pablo VI en 1969 lo suprimió definitivamente. La fiesta del 15 de septiembre quedó como “memoria” bajo el título de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. (Parra, 1997, p. 90). Como sea; estas manifestaciones populares e institucionales forman parte de nuestro imaginario colectivo y de las tradiciones de nuestra ciudad.
El minimalismo la iconografía
La iconografía es interesante, con características del pensamiento mágico-religioso. Pero el espacio es muy corto, así que sintetizaré: Agua; lágrimas de la Virgen, Flores; (según el color) pureza, gracia, penitencia, pasión, perfección. Trigo – eucaristía; Trigo germinado – pasar de una vida a otra. Naranjas agrias – la amargura; Banderitas de oro volador – la divinidad. Los números. Doce símbolos de la pasión, los 12 meses del año. Siete; los dolores que padeció la Virgen, el 7 significa totalidad, infinito. El 3 es el símbolo del cielo e inteligencia, y el 4, de misericordia, las cualidades del alma. 4 y 3 sumados significan la materia y el espíritu.
Para la reflexión
El futuro nos alcanzó. Entre la diversidad y la multiculturalidad las expresiones, contemporáneas, necesidades, formas de vida en diferentes extractos sociales, la migración el sentido de pertenencia cambiaron. Aspectos de esta fenomenología son la seguridad, la situación económica, las inercias de prácticas sociales y creencias religiosas. Aquí una posibilidad de rememorar y platicar en la sobremesa. Otro hábito en desuso por estar pendientes de nuestros móviles.
Desde Anbanica – Teocalhueyacan. Marzo de MMXXI.
Bibliografía:
Frías, F. Valentín. Leyendas y Tradiciones Queretanas Biblioteca Frías -5. Plaza y Valdez-GEQ. Querétaro 1989.
García Cubas, Antonio. El libro de mis recuerdos. Colección México en el Siglo XIX. Editorial Patria. México 1978.
Monterrosa Prado, Mariano. Manual de símbolos cristianos. Dirección de Estudios Históricos, INAH. México, 1979.
Orden de los Siervos de María (OSM), Vicariato Provincial de la OSM, México, 1992.
Parra Sánchez, Tomás. Diccionario de los Santos. Ediciones Paulinas, S. A. de C. V. México. 2ª Edición. 1997.
Vega y Monroy, Luis. Viñetas Queretanas. Ediciones del Gobierno del Estado de Querétaro. 1973.
IMAGEN:
“Altar de Dolores”. MRQ-INAH. Fotografía. Edgardo Moreno Pérez. 2010.
MUY INTERESATE.
FELICIDADES.
Sigo con interés todos los conocimientos que comparte con sus seguidores, entre los cuales me incluyo. Gracias
Edgardo Moreno :En San Francisquito, en la calle 21 de marzo, antes de la pandemia, se instalaban tres o cuatro altares a la Dolorosa. Uno de ellos lo levantaba Lupita Castañón, una ancianita, gran lectora, que nos dejó el 2020. Extrañamente en La Pila de los Dolores no hay esa tradición, salvo cuando una ocasión rezamos un rosario y tuvimos un ágape a su alrededor en presencia de una fotografía de la Virgen de Soriano, obra del maestro Larrondo que nos la obsequió. Él es Dios Jose Gerardo
Todavia hace no muchos años habia varios altares, ademas de la colonia San Francisquito, en varias casas de las colonias Panoramica y Villas del Sol, atras del Auditorio Josefa Ortiz, que pudimos visitar.
Saludos Maestro.
Gracias Maestro Moreno, como siempre muy interesante y ameno. Desde mi juventud siempre anhele vivir en algún lugar del interior de la República, para saber las vivencias del lugar que me parecen tan bonitas, con Usted estas vivencias las he disfrutado a través de sus conferencias, libros y relatos, una vez más, gracias, gracias, gracias, saludos